Puede que no sea la pousada más espectacular de Portugal, pero su emplazamiento adyacente a la frontera española y al parque natural de los Arribes del Duero la hacen un bocado apetitoso para los fines de semana de los zamoranos y los gallegos. Bragança es una imponente ciudadela rodeada por 18 torreones que esconde un castillo medieval, una catedral, una picota gótica y la curiosa Domus Municipalis, de origen romano, que albergó el primer ayuntamiento en el país vecino. Separada por el hilo profundo del Fervença, la pousada encuentra acomodo en la ladera opuesta a la ciudad, junto a la pequeña ermita de São Bartolomeu, por lo que las vistas desde la terraza se suponen subyugantes.
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