Las ciudades portuarias están aprendiendo a sacarle partido a sus viejas zonas de diques, dársenas y astilleros condenados a criar telarañas. Todo un vocabulario que hace pensar en un pasado de muchachotes estibadores con tatuajes de anclas en el antebrazo, pero cuyo presente y futuro se aleja bastante de ese imaginario popular. Los docklands de Londres son un ejemplo; Puerto Madero, en Buenos Aires, otro. Amsterdam, tradicionalmente experta en lidiar con el agua, está ampliando su territorio mediante el proyecto llamado Oosterdokseiland, o isla de las dársenas del este, que concluirá hacia 2009 con la mayor biblioteca pública de Holanda, un conservatorio de música, hoteles, restaurantes y viviendas firmadas por arquitectos de primerísima fila como David Chipperfield o Frits van Dongen.
Categorías:
Etiquetas:
0 comentarios
¿Quieres comentar? Regístrate o inicia sesión