Va a hacer 20 años que Ángelo Cambero y Nina Sedano crearon este pequeño hotel con encanto al borde del Camino de Santiago. Dos décadas de peregrinaje por el mundo de los sabores -es uno de los restaurantes más afamados de Navarra-, de la expresión artística -varias esculturas de Chillida, Oteiza y Aizcorbe pueblan el jardín, decorado a guisa de un claustro gótico flamígero- y también de la buena vida -desde 2003 pertenece al sello de los Relais & Châteaux-, con mucho esfuerzo y vocación hostelera. Su primera meta fue la adecuación al lujo de un mesón histórico situado estratégicamente en la confluencia de las calzadas que descendían de los pasos pirenaicos de Somport y Roncesvalles. Conscientes del tirón urbanístico de Puente la Reina y de la construcción de una autovía que acabaría uniendo las capitales navarra y riojana, no tardaron en aislar el hotel mediante un seto de arizónicas de considerable altura.
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