Pocos paisajes hay tan sugestivos como el del viñedo en época de vendimia. El campo, colmado de vides cargadas de racimos, vive el trajín de vendimiadores, cestas, tractores... El aire se inunda de olor a parra y mosto, que compite con los balsámicos del pino y el perfume ligeramente agrio de las hierbas silvestres. Luego, en la bodega, los aromas intensamente frutales de la fermentación te embriagan de sereno gozo.Viajar por el viñedo riojano, luminosidad mediterránea en la bruma atlántica, es una experiencia inolvidable.
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