Imagínese por un momento en viaje de negocios. Puede usted incluso ser un atareado o una atareada viajante de comercio, una especie de Willy Loman a la europea con circunstancias personales más plácidas, claro. Desde París o Londres llega a Lille en un tren de alta velocidad -en una hora y una hora y 40 minutos, respectivamente- que le deja en la estación de Euralille, centro neurálgico de su actividad industrial. Podría coger el metro, que marcha sin conductores, pero hace un día espléndido y cruza el viaducto Le Corbusier contemplando este distrito futurista proyectado por arquitectos como el francés Jean Nouvel o el neerlandés Rem Koolhaas, y se dice satisfecho que probablemente usted no habría visitado Lille de no hallarse en viaje de negocios.
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