Cuando alguien festeja la despedida del año con una nevada prodigiosa en el centro histórico de Granada, a la vista de todos los transeúntes y en el duermevela de la Alhambra, es que acredita mucha imaginación y mucha sensibilidad para dirigir un hotel. Tal persona es Rosa Jiménez, que no contenta con llenar el estanque de su villa con pétalos rojos y velas encendidas, se trajo de Sierra Nevada un cañón de nieve artificial y recibió 2009 con una estampa navideña no contemplada bajo el cielo granadino. Sus dotes de empresaria audaz ya se habían vislumbrado durante la rehabilitación de la casa-palacio del siglo XIX que dio origen a Villa Oniria, probablemente el hotel más romántico de la ciudad.
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