Casa do Batán encierra una historia de amor. No la de una feiticeira que lo embrujara, ni la de una negra sombra que es noche y es aurora, como escribiera Rosalía de Castro. El romance del batán lo vivieron sus jóvenes propietarios cuando se encontraron y decidieron unir sus destinos para alumbrar, camino de Viveiro, un santuario de hospitalidad. Antón Vázquez y Mariluz Pena pisaron la hierba de su Galicia frondosa, convencidos de engendrar su propia idea de paraíso en una finca con hórreo, casa batanera, bosque y riachuelos. Lo demás, el acondicionamiento como posada, corría de su cuenta.
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