El espectáculo de la otoñada acaba de levantar su telón. Las hayas se coronan ya de amarillo dorado, y los robles y castaños motean sus hojas de ocre. La gama de verdes se torna en un multicolor abanico de dorados y granates que se mezclan con los perennes verdores de acebos, abetos y pinos. En las montañas, se trata de un periodo corto que, muchos años, tan sólo dura unas semanas, pero, por ser tan fugaz, es aún más intenso. Cientos de bosques de toda la Península muestran durante este periodo su mejor estampa.
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