Hay cola para trepar a lomos de estos animales. Pero lo que más llama la atención es la cantidad de niños que esperan inquietos el momento de verse sentados sobre esa silla elevada de dos plazas, la misma en la que se acomodaban los viejos aventureros de principios del siglo XX, habituados a recorrer los 700 kilómetros que separan Chiang Mai, al norte de Tailandia, de la capital del país, Bangkok, a lomos de un elefante.El viejo medio de transporte de los lugareños es hoy una atracción turística exótica que deja huella en la imaginación. Y segura.
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