Cuentan las crónicas que en el año 760, siendo aún un renacuajo el futuro rey Alfonso II el Casto, los monjes de Samos le pusieron a salvo de su tío Aurelio, que quería hacerle picadillo, ocultándolo en Folgoso del Caurel. Ha llovido mucho desde entonces, y más en Galicia, pero la laberíntica sierra del Caurel sigue siendo un lugar ideal para perderse, incluso sin pretenderlo: aldeas abandonadas; pueblos tan pequeños que no aparecen en los mapas; carreteras que se interrumpen de sopetón al trasponer un collado; paisanos (los pocos que no emigraron) que sólo hablan gallego, y no precisamente el de Rosalía..
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