Cork es este año capital cultural europea, orgulloso lugar que progresa a ritmo vertiginoso, como lo hace toda Irlanda. "El tigre celta, el milagro irlandés", lo llaman. Cien mil personas se lanzaron a la calle el 9 de enero para inaugurar su nueva condición; la ciudad entera, dispuesta a demostrar que el pasado es cosa de otro tiempo. Porque el de Cork, el del país entero, durante mucho fue un pobre y triste destino. "Cuánta hambre se ha visto por aquí", está escrito en un pub de la calle Oliver Plunkett.
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