A ver si se arrancan de una vez!". En las peñas flamencas del barrio de Santiago de Jerez, bien entrada la madrugá, los aficionados miran de reojo, entre ansiosos e implorantes, a los artistas y a los relojes. Los cantaores y tocaores que se han dejado caer por allí deciden sin hablarlo si hoy se oirá flamenco o sólo el sonido de los vasos rotos. Entonces, el duende puede dignarse a aparecer, y, si hay suerte, se puede asistir a un momento de rendición jonda, a una noche que los buenos aficionados se jactan de saber intuir.
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