Según las zonas, Buenos Aires se parece a Madrid, París, Lisboa o Nueva York. Pero sobre todo se parece a sí misma. Cosmopolita y arrabalera, al volver una esquina se descubre un mundo. Y en algunas calles céntricas, cuando cierran las tiendas y se apaga el sol, aparece una corte de desheredados que rebuscan en las basuras algo que vender, algo que comer. Lujo y penuria. Las dos caras de Argentina, tan cerca y tan lejos, se condensan en la capital.
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