Cuando el excursionista llega a lo alto del último repecho que conduce al llano de Aguas Tuertas, una sedante sensación de calma invade su espíritu. El horizonte cerrado de montañas que le había acompañado durante la corta marcha se abre de golpe en un impresionante plano de varios kilómetros cuadrados por el que el río se desliza sinuoso y remansado, sin apenas murmullo. Hasta más allá de donde la vista alcanza, aparecen rebaños de vacas, ovejas y caballos sueltos. Una luz viva y un airecillo fresco invitan a la contemplación.
Categorías:
Etiquetas:
0 comentarios
¿Quieres comentar? Regístrate o inicia sesión