Amanece en Moremi. Al salir de la tienda de campaña espera una silla plegable junto a una hoguera y té caliente. Alrededor, 5.000 kilómetros cuadrados de naturaleza salvaje llena de canales, isletas, papiros, amarulas, matorrales y acacias. Enfrente, el sol asciende de forma rápida, como si temiera quemar el horizonte, y de banda sonora, a lo lejos, o no tanto, el rugir de leones, las carcajadas guturales de los hipopótamos y el tintinear metálico de las ranas campana. Estamos en Moremi, una reserva natural en el delta del Okavango, la mayor desembocadura interior de un río en el mundo, que termina diluida bajo el desierto del Kalahari.
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