Tan sensacional que, aun muerto, sigue creciendo. Sus huesos fueron estudiados, clasificados, encajados hasta completar su esqueleto. Y una vez terminado, colocado en 1937 en la gran sala acristalada del Museo de Ciencias Naturales de Berlín en pleno boom del nacionalsocialismo, en aquel tiempo políticamente convulso, de colonización, de pasión casi obsesiva por las expediciones científicas, las excavaciones arqueológicas, el coleccionismo...
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