Los cántabros, junto con los astures, fueron los últimos en sucumbir, dentro de la Península, al aparato militar de Roma; diez años de guerra le costó al imperio (del 29 al 19 antes de Cristo). Sus herederos reivindican ahora su identidad con un temple y tenacidad dignos de aquellos resistentes. El reciente parque de las Estelas Gigantes, en Corrales de Buelna, rescata algunos de los discos de piedra que han aflorado por los valles. Y en Cabezón de la Sal se está convirtiendo una montaña en una especie de museo al aire libre o parque temático de los antiguos cántabros.
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