A medio camino entre Navia y Luarca, en pleno corazón del occidente astur, un par de senderos en apariencia insignificantes invitan al viajero a descubrir uno de los pueblos más encantadores y recoletos (el asturiano de pro diría "prestosos") de la cornisa cantábrica. Puerto de Vega aún aspira a ser un secreto bien guardado por esos 2.000 paisanos escasos que lo miman, pintan de blanco reluciente y lo tienen como una patena.
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