Pamplona ha conseguido rebajar su tamaño unamuniano. Si el filósofo bilbaíno concebía como ciudad ideal aquella en la que un paseo le pudiera llevar del centro al campo en 15 minutos, la capital navarra permite pasar hoy de la plaza del Castillo a las riberas del Arga en tan sólo 12,37 minutos. Todo a paso de profesor salmantino pero, eso sí, la trampa es utilizar el recién estrenado ascensor que baja de las antiguas murallas al paseo fluvial. El progreso es lo que tiene.
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