El mar en Galicia es violento e implacable, especialmente en las costas coruñesas, las más expuestas a la intemperie atlántica, donde la furia de las aguas apenas puede ser domesticada en el interior de algunas rías, esas enormes huellas que, según la leyenda, dejaron los dedos de Dios cuando, tras concluir su obra de la Creación, apoyó la mano en este pedazo de tierra recién moldeado. Una frontera tortuosa sobre la que flota, como la niebla marina, el espectro de la tragedia, ese aire de fatalidad que ha llevado a bautizar una extensa franja del litoral coruñés como la Costa de la Muerte. Los hombres se debaten, al enfrentarse a este confín maldito, entre refugiarse en tierra o aventurarse mar adentro.
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