El tamaño importa según para qué cosas. El reino de Navarra ha sido siempre el pez chico que ha tenido que defenderse, con uñas y dientes, de las dentelladas del pez grande. Que unas veces fue Castilla (pero los navarros llevaron su frontera hasta Valladolid), otras fue Aragón (y sin embargo, el pez chico llegó a colarse en la Ribagorza) y otras, en fin, fue Francia, que se hizo con el reino navarro galantemente, por vía matrimonial. No es de extrañar, en este contexto, que en Navarra tengan pelambre de fortín hasta las iglesias, o villas enteras. Pero hay un cordón formidable de castillos, en la ahora llamada Navarra Media, que forma una barrera defensiva en la faz más vulnerable que se abre a la Ribera.
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