Sólo Dios es vencedor. Pienso en esa frase mientras atravieso la placeta de San Gregorio en dirección a Calderería Nueva, la calle de las teterías. Vengo bajando desde el Sacromonte. A mitad de camino, en la plaza Larga, detrás del mirador de San Nicolás, paré a comer algo. No sé si habrá sido el gazpacho o la paella, o la combinación de ambas, la que me dejó esta sensación de pesadez en el estómago. Seguramente en las teterías encontraré algún brebaje que la disipe.
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