San Sebastián -o Donostia- es una ciudad relativamente pequeña -unas 180.000 almas, 400.000 el área metropolitana- que no desmiente su fama: hermosa, ordenada, señorial. La playa de La Concha y el río Urumea hacen que resulte fácil orientarse en ella, y el que sea muy llana permite conocerla cómodamente a pie o en bicicleta. La bahía de La Concha, flanqueada por el monte Urgull y el Igueldo y enfrentada a la isla de Santa Clara; sus paseos, sus bares y restaurantes; el Kursaal, el Festival de Jazz, la Semana Grande y la Quincena Musical, en agosto; el Festival de Cine, en septiembre (este año, del 18 al 27), y, en fin, su pasado como destino vacacional de reyes y millonarios, contribuyen a que durante el verano se llene de turistas españoles y extranjeros, de jóvenes, jubilados y familias con niños pequeños. Entre ellos, siendo yo uno más, me moví durante una semana.
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