Según se mire, existe un puñado de hoteles en el mundo que podrían considerarse piezas de estudio en la inexistente disciplina de la arqueología turística. En Oriente Próximo se encuentra el principal yacimiento. La rareza estriba en que aún quedan hoteles sin restaurar en los que todo está tal y como lo vivieron los personajes famosos que nos sonríen desde las fotos de sus paredes y que parecen invitar al viajero a una melancólica excursión por el primer cuarto del siglo XX. La región de Oriente Próximo fue para los europeos objeto de peregrinación primero y, más tarde, destino culto de los que salían a ver mundo, el mundo de la Antigüedad que había dejado su rastro consecutivo en estas tierras bíblicas: desde los pueblos que menciona el libro de los libros hasta los humildes escribanos de Ugarit en la edad del bronce, pasando por los fenicios, griegos, romanos, bizantinos, cruzados y pueblos tan peculiares que crearon ciudades míticas como la de los nabateos en Petra o los palmirenses en Palmira, además de la influencia de civilizaciones como la egipcia o la mesopotámica.
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