Por pudor, que no rigor histórico, el parador de Calahorra fue consagrado desde su inicio a la memoria de Marco Fabio Quintiliano, hijo de la ciudad y uno de los egregios retóricos que ha tenido el Imperio Romano. Nada de lo que publicó a lo largo de su vida, ni siquiera la enciclopédica Institutio oratoria, ha servido de inspiración a sus muros de ladrillo rojo o sus salones de gusto vagamente renacentista, herencia monumental de la antigua Calagurris, pero queda bien recordarlo cuando se hace publicidad del lugar.El acondicionamiento reciente de sus exteriores, al final del paseo Mercadal, lo coloca de nuevo entre los paradores apetecibles por la consolidación económica de La Rioja, el auge del enoturismo en la región a través de una creciente red de bodegas, hoteles y restaurantes, y su emplazamiento estratégico entre las comunidades de la cornisa cantábrica y el arco mediterráneo.
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