Lo que más empujó a Victor Hugo a llegar hasta aquí fue precisamente que le recomendaran no venir. "Si es un agujero, un desierto, un país de salvajes", le dijeron sus hospederos en la vecina San Sebastián. Pero el escritor, como buen romántico, se lanzó a la visita y halló "un pequeño edén resplandeciente que sería admirado si estuviera en Suiza y célebre si estuviera en Italia". El relato de su imprudencia lo recogió en su libro Pirineos.
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