En la mañana de Sitges unos van y otros vienen. Mientras algunos casi vivos intentan tomar la penúltima, convencidos de que ni la emboscada que les acaba de tender el sol podrá acabar con su fiesta, otros se desperezan en las terrazas de los hoteles para comenzar el día. Para, a partir de ese momento, dejarse llevar por la carismática ciudad costera y conocer sus múltiples caras: cosmopolita, gay, cinéfila y mediterránea.
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