La ciudad canela ha sido imán de élites, bohemios y mochileros durante generaciones. Ilustres como Edith Wharton y Winston Churchill se encandilaron con sus paisajes y arquitectura islámica; a los hippies y trotamundos de los años sesenta, les cautivaron los encantadores de serpientes, el borboteo del narguile (pipa de agua) y tal vez el hachís. Hoy, la ciudad milenaria seduce a la jet-set y al turista medio por igual con sus espectaculares hoteles boutique, los llamados riads.El riad, que en árabe significa jardín, era un palacete privado solariego, patrimonio de sultanes y familias nobles de la aristocracia marroquí.
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