Cuando en Castilla empezaron a alzarse abadías y catedrales, las obras ingentes no sólo se tragaban los dineros y maestros disponibles (canteros, sobre todo), además acaparaban los medios de transporte y dejaban exhaustas las canteras. Así que muchas iglesias de pueblo, empezadas en estilo románico, tuvieron que ser rematadas con escaso presupuesto, materiales más a mano y alarifes locales, en muchos casos de origen morisco. Ésta es la tesis del experto Pedro Lavado Paradinas para explicar el nacimiento del llamado románico de ladrillo o arte mudéjar; la mayor ligereza del material y una interpretación del románico que abría nuevos planteamientos estructurales y se complacía en una ornamentación profusa, de gusto arábigo, sentaban las bases de un gran desarrollo arquitectónico.
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