Las montañas se meten a saco en el Cantábrico, que las embiste con violencia entre la bruma; al fondo se vislumbran los nevados Picos de Europa, levemente ocultos por las nubes, y un poco más acá, los montes del Sueve, donde corren salvajes los caballos asturcones; el picu Pienzu, sobre el cual, según la mitología astur, se sentaba el Nuberu, dios de la atmósfera, después de las tormentas. Abajo, encaramado a la ladera como si las casitas se apoyasen precariamente unas sobre otras, está el pueblo de Lastres surgiendo del verde norteño, sus playas y su pequeño y colorido puerto.La atalaya desde donde se domina este panorama imponente es el mirador de San Roque, que corona el pueblo.
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