Están por todas partes, aunque usted no los advierta. Puede ser el adusto hombre maduro que viaja al lado en el autobús de línea, la lánguida estudiante sentada en el banco del parque o el rastafari en el antro nocturno: los aficionados a la poesía, los lectores, los poetas, son pocos pero nada cobardes y sí muy fieles e inquietos. En Madrid puede uno seguirles la pista en la miríada de librerías, bares, restaurantes o festivales en los que, aquí y allá, esta guerrilla de los versos se reúne. He aquí algunos de ellos.
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