Desde hace una semana, Río de Janeiro entero celebra ya los Juegos Olímpicos con un subidón colectivo que prueba el don de los cariocas para implicarse hasta el tuétano en los cambios de humor de su ciudad.Porque también, a veces, ha pasado lo contrario: en 1960 a Río le cambió la cara cuando la capital del país se transfirió a Brasilia. Acababan los felices cincuenta de la bossa nova y la prosperidad cosmopolita de una burguesía que, con Kubitschek, se soñó viviendo en una ciudad europea de playas tropicales, eternamente bronceada, al son de la música de Tom Jobim.
Categorías:
Etiquetas:
0 comentarios
¿Quieres comentar? Regístrate o inicia sesión