Pisar Santa Cruz de Tenerife es sobrecogerse con la enorme cresta de montañas situada hacia el norte. El macizo de Anaga protege la ciudad de viento y nubes y también es el prisma que le proyecta una firme sensibilidad medioambiental. Desde el puerto que en 1788 acogió a la Bounty meses antes del famoso motín y hoy recibe cruceros de todo el mundo, hasta las cuestas que acogen sus barrios, la capital tinerfeña es emblema de ciudad verde.
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