En pocos lugares de Cataluña puede el visitante recrearse con un entorno de hermosura tan cambiante y embrujo natural como el que propicia el relieve leridano, que desde los 300 metros se aúpa hasta rondar los 3.000. Lo que, unido a la tranquilidad y colorido otoñales, así como a las connotaciones recreativas del turismo micológico, ha convertido la provincia de Lleida en una continua colección de sensaciones.
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