A las playas les sienta bien el otoño. Son en sí mismas una terapia contra el estrés posvacacional. Vuelve la tranquilidad y, sin embargo, permanece la calidez de las aguas mediterráneas y prosigue el diálogo con el Atlántico. Allí donde hace pocas semanas había un torbellino de bañistas, hoy surgen paisajes de arena fagocitados por el duende y el encanto.
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