Hay otras Mallorcas, pero están en ésta. Se podría parafrasear al poeta de una forma un poco facilona para hablar de una isla que es por sí sola un micromundo. La totalidad de su territorio está plenamente humanizado desde hace muchos miles de años -ése es en realidad su encanto- y mentiría quien dijese que aún quedan en ella rincones vírgenes: la isla se presta como pocas a la aventura para el viajero con algo de imaginación que sabe que los descubrimientos también pueden ser interiores. Está la Mallorca del plá central, pagessa y laboriosa, eminentemente agrícola, de hermosos pueblos severos e iglesias imponentes en donde pocas cosas nos recuerdan que el mar está a la vuelta de la esquina. Sus habitantes son corteses, pero algo inescrutables: El Felanitx, donde nació Miquel Barceló, sería un buen ejemplo, y visitarlo ayuda muy bien a entender su obra casi comestible.
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