"Hay ciudades tan descabaladas que no tienen catedral". Son palabras extraídas de Tiempo de silencio, el novelón de Luis Martín Santos, que no era de Bilbao pero vivió lo que le dio tiempo en San Sebastián, y murió en Vitoria, tras un accidente de tráfico. Martín Santos se refería a Madrid, entonces sin catedral. Cuando escribió esas palabras, Bilbao ya tenía dos: la de Santiago, pequeña como una parroquia grande, de fachada y torre reconstruidas en el XIX, neoclásicas, de piedra clara, en el casco viejo; y la de San Mamés, la grande, la repleta de fieles cada dos domingos, la que ruge, la catedral del fútbol, junto a la estación de autobuses y la primera parada del tranvía.
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