En Cádiz es posible darle un bocado a las olas. Lo más parecido a esta catarsis culinaria es zamparse una ortiguilla frita (alga autóctona). Es uno de los homenajes que el mar brinda a esta ciudad salpicada por la espuma salada del Atlántico. Para degustar este sabroso y nutritivo manjar hay que pujar por un hueco en los 13 metros de barra, diseñada con piedra ostionera, del bar El 10 de Veedor, situado en el mismo número y calle que su nombre indica, en pleno corazón del casco antiguo gaditano. En su interior se saborea una cocina que arriesga, con recursos para todos los gustos.
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