Los romanos habían oído decir que el Limia era un río del olvido, como el Leteo del Hades, que quien lo cruzaba se quedaba in albis, incapaz de recordar nada, ni el número de sandalia que calzaba. Por eso, cuando Décimo Junio Bruto llegó en 138 antes de Cristo a este rincón de la Gallaecia, no tuvo más remedio que atravesar él primero la corriente e ir llamando uno a uno, por el nombre, a sus soldados, que seguían clavados en la otra orilla, muertos de yuyu y estupefactos de la memoria de elefante de su jefe.Pasaron con harto recelo, pero luego le cogieron el gusto a la montuosa comarca que riega el Limia (y que forma parte de la recién nombrada reserva de la biosfera transfronteriza Gerês-Xurés).
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