Resulta desconcertante que en la calle las temperaturas ronden los 10º C y para hacer la maleta haya que rescatar las chanclas de ese armario donde hace semanas fueron recluidas. Lo mismo sucede con bañadores, bermudas y cremas solares. Una vez reclutado el equipamiento estival, el viajero ya está listo para embarcarse hacia el sur de Gran Canaria, igual que el 90% de los turistas que llegan a la isla, seducidos por su irresistible reclamo de sol reconfortante, mientras en nuestro continente gobierna el frío, los días se encogen y la melancolía invade al ciudadano.Por eso, aterrizar en otoño o invierno en este destino europeo sin rival (habría que volar hasta el lejano Caribe para encontrárselo) provoca un estimulante subidón natural, pues el astro rey, ninguneado ahora en latitudes más nórdicas, vuelve aquí a recordar, con todo su esplendor, que es un infalible generador de alegría.
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