El genio holandés, un manirroto que llegó a arruinarse en la cima de su gloria, no se gastó demasiados florines en pagar a modelos. Se retrató a sí mismo un centenar de veces. Hizo posar para él a su madre, a su padre, a sus hermanas, a un tío; los cuales, de paso, sirvieron de modelos a sus colegas (como Jan Lievens) o discípulos (caso de Gerrit Dou o Ferdinand Bol). Hijo de un molinero, y noveno de diez hermanos, acudió entre los siete y los catorce años al Colegio Latino de Leiden, donde aprendió griego, latín y dibujo. A los 18 compartía su primer estudio con su amigo Lievens, y sólo a los 25 decidió mudarse a la vecina Amsterdam.
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