EN CLEIRE, el verde irlandés se pinta de morado, y ya no hay ovejas, porque hace un tiempo les dio por irse a nadar con las focas y los delfines. Allí el verano es verano, y no esas nubes lloronas que persiguen al resto del país. Eso sí, en otoño se empieza a nublar y luego ya no hay quien se quite el chubasquero. La vida sigue su propio ritmo, tradicional y tranquilo, pese a que cada mañana el transbordador de Baltimore acerca unas dosis de civilización.
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