Todo aquel que viene a París lo hace para ser parisiense. Pero serlo, a veces, resulta complicado. No deja de ser llamativo el gran número de guías especializadas que se publican cada año al respecto y que tienen como consumidores primordiales a los propios lugareños. El resto, el visitante, el dominguero, el que va a cenar y se vuelve o el que hace escala, es turista. Y presa fácil de los precios desorbitados.
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