Si lo pienso, me doy cuenta de que mi vida ha estado vinculada azarosamente con Miguel Servet. Durante años he vivido en Zaragoza en la calle de Miguel Servet; luego tuve una intervención cardiaca (algo muy servetiano, también) en el hospital Miguel Servet; cada día paso, de camino al trabajo, frente a una estatua de Servet; sin proponérmelo, di en Ginebra con el lugar donde fue quemado Servet, y, esta vez sabiéndolo, he estado en la plaza de su pueblo, Villanueva de Sigena, donde fue hecho arder en efigie; un día mi amigo el pintor Alfredo Cabañuz me contó que había nacido en la misma casa que Servet. Pienso en estas cosas ahora que, un poco azarosamente también, me encuentro escribiendo sobre Servet y sobre por qué Villanueva de Sigena se ha convertido en el destino de una especie de Camino de Santiago paralelo y oculto que nos lleva del desierto de los Monegros a la avalancha de bodas homosexuales en Massachusetts.Miguel Servet nació en 1511 en Villanueva de Sigena, una pequeña población de los Monegros.
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