Llegué a Mallorca por primera vez cuando aún era una niña. Era el comienzo de las vacaciones del todo incluido y nos alojamos en un hotel de los años setenta en la zona de Calvià en el que sólo se hablaba inglés.Años más tarde regresé en busca de un lugar para el descanso. Comenzó entonces un periplo por la isla que duró casi veinte años y cuyo fin era encontrar el lugar perfecto, el lugar soñado en medio de la especulación y el avance del turismo europeo.
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