El último Premio de la Arquitectura Española -particularmente apreciado en el gremio, porque lo concede el conjunto de la profesión- lo recibió en octubre del año pasado Guillermo Vázquez Consuegra por la ordenación de la fachada al mar de Vigo. Y darse una vuelta por su paseo marítimo no es mala razón para acercarse a ver cómo van las cosas por una ciudad que cambia a velocidad de vértigo -no siempre, hay que reconocerlo, para mejor- y que ofrece uno de los paisajes urbanos más interesantes y elocuentes de España. Vigo, claro, no tiene la solera universal de Santiago, ni las pretensiones burguesas de toda la vida de A Coruña.
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