Por la terraza ya vale el viaje. Todo es cuestión de solventar deprisa los trámites del registro, no entretenerse demasiado en la habitación y correr hacia el apéndice trasero del parador antes de que el arrebol de la tarde dé por concluida la visión en cinemascope de la imperial Toledo. Desde el cerro del Emperador, no muy lejos del cigarral donde El Greco inmortalizara la ciudad de las tres culturas, la panorámica dibuja un arco monumental que pasa por encima del alcázar y desciende rasante por la curva feliz del río Tajo. A ver quién se sustrae a esta pintura otoñal.
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