Parecen columnas de humo de un extintor gigante. Se acercan a la ciudad sin que los rondeños les hagan caso. Tranquilidad: son solo nubes de lluvia esponjosas allá en la serranía. No es extraño que este fenómeno ocurra en invierno y se vea a los alemanes, en excursión desde la Costa del Sol, embelesados. Con el cielo gris, Ronda gana en misterio. El centro sigue conservando esa belleza inquietante mientras los rondeños van a su bola.
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