Lo de "cruce de caminos" no es en Basilea una frase hecha, ni cosa de tomárselo a broma: subes al tranvía en territorio suizo y cuando te apeas, cuatro paradas más allá, estás en Alemania o Francia, según la línea. El Rin, que dobla allí su rodilla y cambia de rumbo, más que valla o marca fronteriza, es un coladero, un pasillo de gentes, ideas y mercancías. Desde los romanos hasta los tiempos de la Reforma; ésta fue introducida en Basilea por el fraile moderado Oecolampadius, quien auspició un clima de tolerancia notablemente mayor al de otras poblaciones suizas.
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