Hay una sensación que le invadirá en Normandía si se aventura a deambular por la malla de carreteras que teje su invariable paisaje de alfombras verdes y doradas: igual que cuando se entra en una casa demasiado limpia y dispuesta, puede llegar a pensar que allí no vive nadie, que los moradores de sus pulcras villas floridas andan siempre ajetreados en rodearse de orden y sólo están de tránsito en un decorado perfecto. De sus cinco departamentos, quizá sea Calvados el que mejor refleja el carácter normando. Aquí, frondosos pomares interrumpen la sucesión de prados cercenados por sus vallas blancas, y los letreros pintorescos de las destilerías invitan a la degustación de la sidra tradicional o el poiré, su variante de pera, y de calvados, el áspero brandy de manzana que da nombre al territorio.
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